Gender and natural resources: Maya women and the Agrarian Land Reform in Mexico

Maria Consuelo Sánchez González
Centro de Investigaciones Históricas y Sociales Universidad Autónoma de Campeche Financiado por INMUJERES-CONACyT y UAC.
Sunday, October 1, 2017

Introducción:

La antropología, al igual que otras disciplinas, ha contribuido a reflexionar sobre los grupos sociales, las culturas, los productos, las ideas y las transformaciones en el contexto de la globalización (Bueno, 2000). En términos generales, la globalización muestra un mundo interconectado en múltiples dimensiones, ambivalentes, discontinuas y heterogéneas, que no solo abarca los intereses del capitalismo, sino que trasciendo lo político, demográfico, ideológico y cultural, en donde lo local asume particularidades que otorgan múltiples significados, dando pie a la creación de formas sociales nuevas, a la transformación, reinvención y readecuación de procesos ya existentes. El presente trabajo analiza el cambio de la legislación agraria bajo la perspectiva de género en el contexto de derechos colectivos del uso de la selva en una comunidad maya campechana, resaltando que el trabajo del agricultor maya está basado en el trabajo complementario, con roles bien definidos y basado en el respeto, la reciprocidad y el trabajo grupal.

Estudios de género

La relación entre género y recursos naturales es un tema de gran interés en antropología y en el área de la conservación de los recursos. En África, Rocheleau y colaboradores han incluido la perspectiva de género en el manejo de los recursos. En muchas partes del mundo la familia permanece como la unidad social más importante (Sachs, 1996), en donde generalmente, el espacio público (el trabajo) y privado (hogar) está claramente definido en el acceso y control masculino o femenino. Igualmente, las relaciones de parentesco regulan el trabajo, y por lo tanto establecen relaciones de poder entre hombres y mujeres, jóvenes y adultos, entre otros (Fortmann, 1990; Agarwal, 1994 y Rocheleau et al., 1996). Esto puede producir situaciones de conflicto dentro de la familia y la comunidad, particularmente, en lugares en los cuales las mujeres, por ejemplo, no poseen y/o no controlan la tierra (Fortmann, 1985, 1990; Arizpe y Botey, 1987, Agarwal, 1994 y Deere y León, 1998).

Los estudios sobre el impacto de las reformas agrarias en las mujeres del Tercer Mundo son especialmente relevantes. En este tema el trabajo pionero de Bina Agarwal sobre las relaciones de género y los derechos agrarios de las mujeres en el sur de Asia es trascendental. Pocos investigadores han realizado un análisis de tal envergadura. Aunque hay excepciones importantes. Por ejemplo, existen los trabajos de Deere y León (1987, 1995, 1998); Arizpe y Botey (1987); Zapata (1995) y Esparza (1999). Estos trabajos analizan el papel de las relaciones de género ante las reformas neoliberales llevadas a cabo en Latinoamérica durante el periodo reformista de los años 60s y 70s. Estos trabajos señalan que la mayoría de las mujeres no han sido beneficiadas. Muchas mujeres no tienen acceso legal formal o informal a la tierra ni tiene poder de decisión en cuestiones relacionadas con el uso del suelo (Deere y León, 1998; Zapata, 1995; Esparza, 1999). Aunque no existían barreras legales para adquirir tierra, pocas mujeres eran o son dueñas de sus parcelas. Aún más, la mayoría de las mujeres vive bajo prácticas del uso de la costumbre que garantiza derechos usufructuarios a las mujeres, pero el control sobre los recursos recae en los hombres (Stephen, 1994, 1996; Goldring, 1996; Green, 1996; Pérez, 1998 y Esparza, 1999). Zapata (1995) analiza la experiencia de las mujeres en las Unidades Agrícolas de la Mujer (UAIM), unidades establecidas también en 1971. Basado en la experiencia de las mujeres estudiadas las mujeres revelaron algunos de los obstáculos mayores, como son la opinión pública, sus propios esposos, otras mujeres no participantes en las Unidades y las autoridades locales. Además las mujeres señalaron la falta de apoyo tecnológico y falta de acceso al crédito para llevar a cabo sus proyectos.

Aquellos que están interesados en el manejo de los recursos naturales han encontrado un campo más fértil al enfocarse en las instituciones y no en la comunidad en sí (Agrawal y Gibson, 1999). El análisis institucional requiere que se identifiquen a las normas que se traslapan, que se identifiquen a los grupos e individuos (por ejemplo mujeres) que se ven diferencialmente afectados por estas normas. El papel de las instituciones en el manejo de los recursos naturales no depende únicamente de los incentivos económicos (el mercado) sino también de la estructura política (la política mexicana agraria, forestal y conservacionista) y de la ideología (Maya y de género), así como de las relaciones de poder (Knight, 1992; Acheson, 1994; Ensminger, 1996; Guillet, 2000). Siguiendo la perspectiva de la ecología política, es importante incluir el análisis de la historia local y de las influencias económicas y políticas que afectan las prácticas de manejo de la tierra y los recursos naturales (Blaikie y Brookfield, 1987; Peluso, 1992, 1996).

Hoy en día los ecosistemas son considerados sistemas altamente dinámicos en el espacio y el tiempo. Un ejemplo de dicha interacción y dinamismo se encuentra en la amplia zona geográfica y cultural conocida como la zona mesoamericana. Aquí el ambiente ha propiciado el establecimiento de una cultura en donde la interacción social y ecológica ha estado continuamente cambiando durante más de 3000 años. Los agricultores mayas tienen una larga historia de regímenes de propiedad colectiva. Esto ofrece la oportunidad de estudiar cómo una comunidad maya responde, debate y acepta las políticas neoliberales impuestas por el gobierno mexicano.

 

La Reforma Agraria Mexicana

Las formas de tenencia de la tierra colectiva, conocida hoy como ejidos, tienen un origen prehispánico, es decir, que el origen de regimenes de propiedad colectiva es preexistente a la presencia española en México y que ha subsistido durante la Colonia , la Independencia y hasta nuestros días. Es hasta 1915, con la primera Ley Agraria, que se reconoce el derecho de los núcleos de población a recuperar las tierras que les habían sido despojadas. La figura de los ejidos nació precisamente como consecuencia de un movimiento armado revolucionario que demandó y otorgó el derecho recuperar sus tierras. La venta y renta de las tierras ejidales era generalmente prohibida aunque el ejido estaba sujeto a un complejo de relaciones impuestas por las instituciones del estado y para estatales, como son los crédito al campo, la organización de los ejidatarios en la Confederación Nacional Campesina (CNC) a su vez afiliada al Partido Revolucionario Institucional. En 1971 establece derechos legales a hombres y mujeres mayores de 16 años, quienes al ser ejidatarias no perdían el derecho al contraer matrimonio. En 1992 se realizó la reforma del artículo 27 de la ley Agraria. Este artículo considera a la institución social del ejido como el propietario legal de sus tierras. Esta nueva legislación mecanismos mediante los cuales los ejidatarios pueden legalmente rentar, vender y comprar tierras anteriormente inalienables. Esto quiere decir, que lo que anteriormente fue patrimonio familiar, ahora puede convertirse en propiedad privada de uno o de unos ejidatarios.

En este contexto de los estudios de género, muchas investigaciones se han enfocado en señalar la inequidad de género, es igual de importante que la dimensión de clase y/o etnicidad. Los estudios de género son un punto de partida para el análisis dependiendo de las instituciones influyentes: ya sean, las instituciones culturales, sociales, económicas o políticas.

Agricultores mayas:

El estudio se está realizando en la comunidad de Xmaben en el Municipio de Hopelchén, en la zona conocida como La Montaña o los Chenes, a 210 km al sureste de la ciudad de Campeche, por la carretera Hopelchén – Xpujil. La población es hablante del maya yucateco, con 2/3 partes de la población adulta bilingüe. Las actividad comercial más importante es la apiculturaaunque también hay extracción forestal con fines de consumo (leña, palma de guano, madera para construcción, forraje) y de comercialización (siricote y chicle) y la ganadería de bovinos y de borregos.

De acuerdo con la tradición maya, toda la tierra cultivada durante un ciclo agrícola el producto es considerado como de la familia ya sea nuclear o extensa. Después de hacer el recorrido y escogido el rumbo, el milpero comunica al comisario ejidal en dónde va a establecer una nueva milpa. Una vez que empieza a medirla y hasta la última cosecha, los productos de su milpa son suyos. Esto le da derechos exclusivos de cosechar frutos y tubérculos, recoger leña, forraje, cazar, etc., Pero una vez terminado el ciclo agrícola y cuando la tierra empieza el proceso de regeneración hacia el monte, el espacio cultivado vuelve a pertenecer a la propiedad colectiva, dándole permiso a cualquier miembro de la comunidad de traspasar los límites, poner trampas para cazar animales menores, cazar, recolectar, etc.

Esta forma de apropiación de los recursos naturales es común al territorio mesoamericano, considerado como un espacio geográfico que se encuentra bajo influencia histórico-cultural y el control público de una cultura, que le permite a sus miembros tomar decisiones sobre el conjunto de los recursos naturales de los cuales dependen para su subsistencia. El territorio está así asociado a su vida ritual, creencias, lugares sagrados, incluso la organización social se relaciona con la ocupación y distribución adecuada de los recursos naturales. Es más el territorio no es meramente simbólico o espiritual, sino que también es material (Gómez, 2002: 254).

Las mujeres Mayas

En el caso de las mujeres mayas, éstas han sido partícipes activos en la economía desde la época prehispánica. Durante los períodos preclásico, clásico y post-clásico y al principio del período colonial, los documentos etnohistóricos indican que la principal actividad económica de las mujeres mayas, fue la producción de cera y algodón. Las colmenas eran heredadas a través de un patrón matrilineal (Pohl y Feldman, 1982). Mary Elmendorf (1976) es quien primero realiza una etnografía maya resaltando el papel de las mujeres en la sociedad maya yucateca. Posteriormente, Kintz (1990, 1998) y Daltabuilt (1992) documentan un complejo rango de actividades económicas. En vez de considerar a las mujeres como “simples ayudantes” en la economía doméstica, estas autoras señalan los valores de dignidad y empoderamiento de las mujeres.

Los espacios productivos en Xmaben:

El uso predominante de la selva, en términos de agricultura, es la roza, tumba y quema, de donde se obtiene varios espacios productivos, como la milpa, los apiarios, los terrenos o parcelas y los potreros para el ganado. Los principales cultivos son el maíz, el fríjol, calabaza y chile, junto con otros vegetales como la yuca, tomate, sandía, camote, por mencionar algunos de ellos,

El solar como un espacio altamente productivo y diverso, con plantas de ornato, medicinales, árboles frutales y árboles maderables como el cedro, el roble y/o el siricote, además de aves de corral y cría de cerdos.

De acuerdo con las costumbres mayas, las únicas actividades endonde las mujeres están completamente excluidas son la apicultura y en el caso del aprovechamiento forestal comercial, y en todas las otras aunque puede participar en menor grado, como es el caso de la milpa, pero no está totalmente excluida. De acuerdo con la edad, composición de la familia, la distancia de la milpa a la vivienda y del deseo personal de trabajar en ella, la mujer trabaja en mayor o en menor grado. Las actividades que realiza son la siembra, deshierbe y cosecha, dejando la actividad de tumba y quema en manos masculinas. La cosecha es la actividad con participación más intensa, en donde se deja de participar en cualquier otra actividad, para traer lo más ante posible el chile, el fríjol y los ibes , antes de que la lluvia los eche a perder. Su participación en el solar es intensa, con un control absoluto de la cría de animales del solar y cosecha de losárboles frutales, hortalizas, plantas de ornato y medicinales. Los cedros se venden en caso de necesidad económica de la familia o se cortan para mandar hacer una mesa o un banquillo, es decir, como objeto de consumo y con menos frecuencia para la venta de madera a una de las carpinterías de la región.

Pero el acceso y control de los recursos no se limita al solar y a la milpa. Una de las formas encontradas de acceso a la tierra por parte de las mujeres han sido las parcelas o terrenos, son espacios productivos relativamente cercanos al poblado. Estos espacios se encuentran dentro del área del fundo legal y son trabajados en su mayoría por mujeres con sus hijos. En un futuro podrán ser los solares de éstos hijos, pero por el momento es su espacio de trabajo. Son mujeres alrededor de los 45 años, cuyos hijos ya están en secundaria y/ colegio de bachilleres. Son mujeres que deciden cultivar la tierra, a quienes les gusta trabajar afuera y que debido a que las milpas están muy retiradas lo hacen cerca del poblado, siendo la distancia de su vivienda, de unos 3km. Son parcelas de una 1 ha o menos, con un uso intensivo y con una gran diversidad de plantas, hasta 45 especies diferentes de plantas y arbustos y árboles de tamaño mediano. Incluyen maíz, fríjol chile, calabaza, hortalizas como pepino, cilantro, rábano, tomate, frutas como piña, mango, plátanos, etc.

Otra de las actividades económicas que realizan las mujeres es el bordado, migración temporal hacia las ciudades, ya sea trabajo doméstico o en las maquiladoras urbanas y/o rurales.

El impacto del cambio del artículo 27 en el contexto de la globalización

Los conceptos mayas de propiedad van más allá de las consideraciones legales de la sociedad occidental. Para los mayas los dueños del monte son seres divinos y espíritus, que incluyen a sus ancestros. Los espacios productivos provenientes del monte k´aax tienen un dueño que es dios del monte. Los espacios productivos, la milpa, por ejemplo, llamada col, en maya tienen una dimensión temporal. Este espacio productivo será utilizado por el grupo familiar mientras está cultivando, es decir, por dos o tres años. Después este espacio es abandonado para su recuperación a selva otra vez. Durante los primeros años de recuperación el grupo familiar sigue obteniendo productos, pero luego este espacio se convierte nuevamente en el monte, cuya propiedad es de la comunidad, es decir, de cah. El derecho que se tiene y que se obtiene es el derecho a trabajar la tierra al ser miembro de la comunidad o del cah. El agricultor es dueño de su producto, más no de la tierra en sí. Como dicen los agricultores de Xmaben, “nosotros solo somos pasajeros de este mundo”. El derecho también imparte obligaciones como es el respeto a los dioses del monte y la responsabilidad de cuidarla.

Estas nociones de propiedad se contraponen con el cambio de la legislación agraria que pretendió tratar a la tierra como un objeto de mercado. A 12 años del cambio en la legislación, los agricultores de Xmaben, dieron parte de su ampliación forestal, cerca de 5000 ha a un grupo de Menonitas provenientes de Durango y Zacatecas. Esta “venta” tuvo mucha polémica en el ejido, pero de acuerdo con los informantes, un grupo en el poder en ese entonces, hizo la labor de convencimiento, y tras múltiples reuniones y asambleas ejidales, logró la mayoría de los votos y la transacción se hizo en el Registro Nacional Agrario. Cada ejidatario recibió su parte correspondiente. Hoy en día, muchos de los agricultores muestran descontento, pues dicen que el valor fue muy bajo y que quienes se llevaron la mejor parte fueron las autoridades ejidales. Uno de los resultados más notables con respecto a esta venta ha sido la del grupo que rechazó desde un principio la venta. Este grupo es un grupo familiar extenso, cuya actividad principal aparte de la apicultura es la ganadería. Como respuesta, ellos se han dedicado a establecer potreros para el ganado con la idea de establecer su territorio. En sus palabras: “Antes de que ellos vengan por más tierra, nosotros ya hemos invertido mucho trabajo en nuestros ranchos y nadie nos lo van a quitar”.

Otra respuesta que ha habido por este mismo grupo es el de comprar tierras nacionales en los alrededores del ejido. En este caso es muy importante señalar dos contextos muy importantes. Primero, es necesario tener el dinero para comprar las tierras a la nación, es decir, solo un grupo con poder adquisitivo podrá realizarlo. En este caso han sido los ganaderos, quienes venden uno o dos animales para poder solventar los gastos. En segundo lugar, es muy importante tener el conocimiento de cómo hacer los trámites en las diferentes oficinas relacionadas con los asuntos agrarios, tanto en Hopelchén como en la ciudad de Campeche. En este caso ha sido muy importante la participación de un líder de la comunidad, quien participa en una organización no gubernamental, defendiendo los derechos de los indígenas de la zona. Esta persona ha tenido un entrenamiento en asuntos jurídicos agrarios y en derechos humanos y fue quien activamente participó en tratar de impedir la venta de tierras a los Menonitas, basándose en que este grupo no vivía dentro del ejido, por lo tanto estaban violando la ley. Las quejas llegaron hasta la Procuraduría Agraria , pero final mente se llegó a un acuerdo, en no reducir el porcentaje de tierras a estos ejidatarios.

Las tierras que están en trámite de compra, son 12 casos, cada uno con 100 ha y en varios casos los títulos estarán en sus esposas. Al preguntarles a ellas, algunas dicen que son cosas de sus maridos, otras abiertamente están pidiendo su derecho, pues de acuerdo con sus palabras, “los hombres se van a casar y a trabajar los terrenos de mi esposo y con qué me voy a quedar yo?”

En la comunidad existen 5 asociaciones constituidas legalmente con su registro ante el RAN, con los miembros inscritos y al menos una serie de reglamentos. Dos son de apicultores y dos de mujeres bordadoras y 1 de la casa de la Mujer. En este último caso las mujeres asesoradas por una ONG recibieron entrenamiento en maquilar cera para las abejas y elaboración de conservas, mermeladas y algunas pomadas medicinales.

En general las relaciones de mercado son limitadas tanto para hombres como mujeres. Los productos de la milpa y del monte son para al autoconsumo y tienen un precio muy bajo en el mercado. Los productos comerciales son la miel y los hipiles. La miel se exporta a algún país europeo a través del comercio justo. Actualmente están en proceso de certificar que la miel es orgánica para mejorar el precio. Los demás productos de la cosecha se venden entre los miembros de la comunidad y en comunidades aledañas, especialmente en Ukum. Las mujeres realizan intercambio de productos del solar, lo cual favorece las relaciones entre otros miembros de la familia y de la comunidad en general. Las niñas y niños son los encargados de salir a vender en la plaza. En cuanto a la venta se intercambian opiniones antes de tomar la decisión.

Además en los casos en que las mujeres prefieran realizar otra actividad diferente, como es el caso del bordado de hipiles, el espacio de acción se amplia notoriamente. Ante la demanda creciente de hipiles, muchas mujeres realizan esta actividad y llevan su producto a sitios de reventa como que incluyen Hopelchén, Mérida y Ciudad del Carmen. Otras viajan a las comunidades más cercanas, donde de ahí los hipiles son revendidos a sitios de mayor distribución. Esta actividad les cierta independencia en sus gastos, tal y como me explica un padre, orgulloso del trabajo del sus hijas, “yo no las mantengo, ellas se pagan toda su ropa y sus cosas”.

Este trabajo pretende contribuir a la etnografía maya campechana, resalta el papel de las mujeres mayas como participantes activas en los diferentes contextos culturales, sociales, económicos y en menor medida en el ambiente político, como miembros de una institución social llamada familia y por extensión en su comunidad, el cah.