Simone Weil on Labor: Her Insights Applied to Current Sweatshop Labor

Gail Presbey
University of Detroit Mercy
Sunday, October 1, 2017

Traducción por Ada Frey y Karina Crivelli, Universidad del Salvador y Universidad de Buenos Aires, Argentina

El análisis de Simon Weil sobre lo bueno y lo malo del trabajo manual es un acercamiento único que difiere drásticamente de la crítica Marxista con la que muchos de nosotros estamos más familiarizados. Quizás debido a su singularidad, se utiliza raramente para analizar la crisis contemporánea en la globalización y el subdesarrollo. Este documento se propone presentar los conceptos de Weil a una audiencia más amplia y luego utilizar sus ideas y experiencias (especialmente su crítica a las máquinas y a la organización del lugar de trabajo, y su consideración del aspecto espiritual del trabajo) para analizar aspectos de la explotación laboral contemporánea como así también del activismo anti-globalización.

1. Antecedentes: Su vida y su experiencia temprana con el trabajo.

Simone Weil nació en París en 1909, de familia judía, y su vida fue enormemente perturbada por Hitler, por el partido nazi alemán y por el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Después de completar sus estudios en Filosofía, Weil consiguió trabajo como profesora de Filosofía en un Liceo de niñas. También tuvo una activa vida política. Dejó su empleo en Filosofía para poder averiguar cómo era el trabajo. El trabajo manual de Weil fue siempre voluntario, motivado por la convicción y no por apuros económicos. Dado que Weil, según Fiori, sufría a menudo de migrañas y tenía poca habilidad manual, su logros en el trabajo eran algunas veces escasos, pero su dedicación y sus esfuerzos fueron sustanciales.1

Como explica McFarlane, para 1934-35, Weil presintió que Europa se estaba preparando para otra guerra. Ella no quiso unir sus fuerzas a la Izquierda, de la cual temía que iba a ayudar a Rusia y a apoyar la alianza militar Franco-Prusiana. Pero sintió que la liberación de los trabajadores era de vital importancia. Por lo tanto, solicitó licencia de su trabajo de enseñanza en el Liceo para poder trabajar en la fábrica Alsthom, la cual hacía equipamiento eléctrico para tranvías y subterráneos. Ella insistió en vivir del salario que ganaba en la fábrica para poder experimentar más plenamente la situación de los trabajadores. Estaba ansiosa por hacer “un duro pero feliz contacto con la “vida real””2 Pero su experiencia fue mucho peor de lo que jamás había imaginado. Sin embargo, continuó trabajando, mientras su salud lo permitió, en un total de tres fábricas, desde Diciembre de 1934 a Agosto de 1935.

¿Como explicar el proyecto de Weil y su tenacidad en aferrarse a su objetivo bajo tales circunstancias formidables? De lo que he leído, puedo especular que había dos motivos principales. Primero, Weil sabía que la explotación laboral existía, y quería la liberación de los trabajadores. Pero ella quería ser capaz de ver los problemas de los trabajadores desde su propia perspectiva, tanto para evitar imponer una solución desde afuera (ella había visto esa insensibilidad en la dominación colonial), como para comprender lo que siempre la había dejado perpleja – por qué no había más trabajadores políticamente activos para oponerse a su propia opresión. Pero en segundo lugar, sugiero que a Weil le atraía la idea de dejar la academia por el reino del duro trabajo físico, dada la conexión que ella establecía entre trabajo manual y espiritualidad. Ella esperaba tener una experiencia espiritual en la fábrica. Su ardua experiencia de la explotación laboral no la hizo abandonar su afirmación sobre la conexión entre espiritualidad y trabajo manual. Debido a limitaciones de espacio, este documento solo discutirá el primer motivo mencionado más arriba.

2. La introducción de Weil en el trabajo manual

Weil enfatizaba la necesidad de una vuelta al trabajo artesanal, con su énfasis en la experiencia de modelar la materia para ajustarla a un patrón del que uno es consciente; un sentimiento de orgullo por el producto propio, más que la alienación; un uso de las máquinas que estuviera supeditado a las necesidades humanas. Weil argumentaba que en una fábrica, el trabajo debería volverse educación. Desde una posición de subordinación, los trabajadores deberían volverse colaboradores-subordinados y, finalmente, colaboradores. Weil misma piensa que el trabajo de las fábricas podría transformarse radicalmente en un trabajo más enriquecedor, si cambiasen tanto la propiedad capitalista de la producción como las relaciones de producción. Lo que más degrada a los trabajadores, asegura, son las relaciones jerárquicas de producción, que mantienen a los trabajadores completamente subordinados a sus jefes e ignorantes del funcionamiento de la fábrica. Weil sostiene que los cambios políticos en la fábrica afectarán la calidad de la experiencia laboral de los trabajadores (no sólo su pago).

Sus experiencias en la fábrica prueban que el trabajo manual en esta forma más restrictiva, sin lugar para la libertad humana, es deshumanizante, y ni siquiera es trabajo “humano”. Dado que los trabajadores estaban desesperados por el dinero (una situación que se había hecho crónica dados los bajos salarios y el desempleo), aceptaban hacer cualquier tipo de trabajo. Las funciones eran repetitivas y de un ritmo enfermante. Pensar era imposible, dado que toda la concentración debía focalizarse en la tarea que uno tenía en frente para que una máquina no le cortara la mano o para que la pieza no se arruinara, lo que podía resultar en un mayor castigo por parte del capataz. El calor era tremendo y las horas largas. Los trabajadores estaban dominados por el capataz y en competencia con sus pares (ya que cada uno quería hacer la mayor cantidad de piezas por el mayor dinero, o el trabajo más fácil y menos peligroso). Aún el tiempo libre después de hora se pasaba exhausto por el día de trabajo. Los salarios eran tan bajos que no se disponía adecuadamente de la alimentación mínima para la nutrición y otras necesidades vitales. Miklos Veto destaca que durante los años de su vida dedicados al duro trabajo físico, su fatiga, dolor, preocupaciones y la impresión de su absoluta subordinación, engendraron en ella el sentimiento de que no contaba para nada. Ella apuntó entonces que “La esclavitud me había hecho perder completamente la sensación de tener cualquier derecho.”3

Weil contrasta dos escenarios diferentes en el espacio de trabajo: “Un equipo de trabajadores en una línea de producción bajo el ojo de un capataz es un espectáculo lamentable, mientras que es una linda vista ver a un puñado de trabajadores, enfrentando alguna dificultad, evaluando el problema cada uno por sí mismo, haciendo sugerencias para encararlo, y aplicando entonces unánimemente el método concebido por alguno de ellos, quien puede o no tener autoridad oficial sobre el resto.”4 Hay algo en la configuración de la fábrica, con su énfasis en la repetición y los órdenes jerárquicos que hacen que la interacción descripta en el segundo escenario sea imposible. Tanto las fábricas capitalistas como comunistas tratan a los trabajadores como engranajes no pensantes en sus máquinas; Weil estaba enojada al escuchar que Stalin alababa la “eficiencia” americana, debido a que este hincapié en la eficiencia asegura que la subordinación de los trabajadores se vuelva extrema.5

Mientras que el trabajo explotador era la norma, eso no impidió a Weil experimentar en el trabajo manual. Ella dedicó tres años de su vida a trabajar en plantas automotrices, aún en un contexto de explotación y con gran sufrimiento para ella. Ciertamente muy pronto ella pudo aseverar que dicho trabajo no era la condición ideal bajo la cual experimentar “atención”. Aún así, perseveró. Quiero sugerir que lo hizo a partir de un compromiso de solidaridad con los trabajadores. No sólo quería experimentar sus adversidades para entender mejor a los trabajadores, sino que también quería que supieran que a ella le importaba su situación. Compartiendo su dilema, aún temporariamente, ella demostraba su seriedad. Abandonando voluntariamente el privilegio de una profesión intelectual (academia), que involucra un mínimo trabajo físico, para sufrir lo que los trabajadores sufrían, ella esperaba transmitir el mensaje de que el trabajo debía tener dignidad, y que aquellos que trabajaban merecían respeto y reconocimiento.

Weil propulsó y demostró un programa voluntario de redistribución del trabajo. Que los individuos eligieran levantar la pesada carga de los trabajadores ayudaría a que sus acciones fueran una ocasión para el crecimiento espiritual. Weil criticaba a algunos de sus contemporáneos, quienes durante los años 30 comenzaron un movimiento y un periódico llamado Ordre Nouveau conducido por Robert Aron, Arnaud Dandieu y otros. El grupo proponía resolver el problema del trabajo repartiendo las cargas de las tareas que la burguesía había puesto sobre el proletariado imponiendo 18 meses de trabajo compulsivo sobre todo el mundo. Weil criticaba esta solución argumentando que “una persona sujeta a un corto período de trabajo compulsivo no remunerado no trabajaría realmente a menos que fuera bajo presión de un poder despótico central y bajo amenaza de severos castigos.”6 Dichas personas no aprenderían a amar el trabajo, la repartición de la carga no habría sido auto-motivada.

4. El Contexto Actual del Trabajo Manual Capitalista Globalizado

Muchos de nosotros estamos ya familiarizados con los problemas de la globalización. En nuestra división internacional del trabajo contemporánea, las compañías del Norte se especializan en computadoras, alta tecnología, finanzas, y servicios de administración, mientras que los países del Sur proveen (y están sub-compensados por) materias primas a través de sus trabajos de agricultura y minería. Samir Amin apunta que las corporaciones transnacionales no han ayudado a Africa a moverse más allá de la división internacional del trabajo; Africa aún provee la materia prima para los países del Norte.7 Mientras que la India contemporánea es un éxito visible, conocido por su boom tecnológico, no hay suficientes empleos en tecnología para la cantidad de graduados buscando trabajo.8 Discutir el traspaso de empleos en tecnología al Sur global va más allá del objeto del presente trabajo, que se centra en los trabajos manuales. La mayoría de los empleos que han sido reubicados del Norte hacia el Sur, han sido en fabricación, por lo que la descripción de Weil de las fábricas, como ella lo experimentó en Francia en los 30, es aún una realidad corriente en muchos países del Sur (como así también en algunos del Norte).

Muchas fábricas y fábricas de explotación se reubican en países pobres donde los trabajadores pueden contratarse por salarios muy bajos. Algunos, reubicados en países donde los sindicato están prohibidos. En el caso de algunos países donde los trabajadores han luchado duramente por su derechos a sindicalizarse, como Indonesia, y han ganado ciertos beneficios modestos en sus salarios, éstos se encuentran a sí mismos teniendo que competir con los bajos sueldos de China y otros países que prohiben sindicatos. “Cada país está ahora compitiendo para reducir los derechos de los trabajadores”, según Rustam Aksam, presidente del Congreso de Sindicatos de Comercio de Indonesia.9 Esta situación reclama una respuesta global, un movimiento internacional que ponga presión sobre el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, y otras organizaciones que dan forma a las leyes económicas regionales e internacionales.10

Las condiciones inhumanas en las fábricas de explotación son bien conocidas. De doce a catorce horas al día, de seis a siete días a la semana, con algunas ocasiones en las que los trabajadores son forzados a producir en turnos de 24 horas. Especialmente las mujeres son sometidas a abusos físicos y verbales. Guardas involucrados en invasión de la privacidad al registrar físicamente a las mujeres buscando mercaderías que pudieran estar contrabandeando. Los días largos pueden incluir solo una o dos idas breves al baño, a menudo en establos sin puertas. Los sindicatos están prohibidos y aquellos que intentan organizarlos han sido molestados, despedidos y aún amenazados y asesinados. La policía de los trabajadores va más allá de sus lugares de trabajo y se mete en sus vidas privadas. Geocities apunta que “las mujeres son a menudo forzadas a tomar píldoras para el control de la natalidad y abortar a sus bebés, y en casos extremos se les prohibe casarse o siquiera enamorarse!”11

Pero mientras que las protestas a gran escala son valiosas y continuas, los activistas también se comprometen en emprendimientos a menor escala. Los trabajadores de Maquila en Nicaragua y Honduras se unieron a sindicatos y grupos de mujeres, enormemente motivados por la convicción de que la solidaridad en el trabajo y la estrategia colectiva eran valores importantes, y el mejor modo de asegurar una mejora en las condiciones laborales y los salarios.12 Adicionalmente, los estudiantes norteamericanos y miembros preocupados de la comunidad han ido a países donde existen fábricas de explotación y han tratado de experimentar de primera mano las condiciones y la vida de la gente que vive y trabaja en esas fábricas, algunas de ella ubicadas en “Zonas Empresariales” las cuales son altamente custodiadas. La mayoría no puede, como Weil, ofrecerse a trabajar en las fábricas de explotación por algunos pocos años, dado que la seguridad es muy alta y que los gerentes están siempre tratando de detectar a los “problemáticos” . Así que tratan de acercarse tanto como sea posible a esa experiencia de primera mano. Mientras que ciertamente el principal polo de activismo debería continuar viniendo de mujeres trabajadoras con su propia organización,13 este documento se focalizará en el segundo aspecto, la solidaridad de los norteamericanos con el movimiento de las fábricas de explotación.

Charlie Kernaghan, de la Organización Nacional del Trabajo, ha organizado grupos de estudiantes para ir a El Salvador para inspeccionar las condiciones de las fábricas de explotación en ese país. Los estudiantes han sido visiblemente movilizados por sus encuentros, y han profundizado su visión al ser capaces de poner rostros concretos a un problema que ellos habían comprendido con anterioridad solo superficialmente, en un nivel conceptual abstracto.14 Kernaghan era originalmente bastante escéptico sobre el rol que los norteamericanos podrían jugar al visitar otros países. Se lo dijo a Barbara Briggs, quien primero sugirió la idea de que América Central no necesitaba turistas radicales. Obviamente ahora él ha cambiado de idea, y él y Barbara Briggs planean juntos estos viajes.15 En Indonesia, James Keady y Leslie Kretzu no lograron conseguir trabajo en las fábricas subcontratadas de Nike, pero pudieron reunirse con empleados que participaban activamente del movimiento trabajador. También, para acercarse más a la situación, los dos resolvieron intentar lo mejor que pudieron vivir con el salario de una fábrica de Nike durante treinta días. Ambos experimentaron dolores físicos, al mermar su energía, y se enfermaron, incapaces de poder comprar aún las medicinas básicas.

Los escépticos podrán señalar que el mero hecho de visitar una fábrica de explotación no ayudará a los norteamericanos a entender verdaderamente lo que es para un trabajador trabajar en esas fábricas. El mismo escéptico diría que Weil no supo realmente lo que era ser un trabajador de la industria automotriz en Francia, sólo supo lo que era ser una profesora de filosofía que trabajaba en una fábrica. Yo tengo una respuesta de dos puntas a esas críticas. Primero, debo coincidir con la crítica en cuanto a que la experiencia del visitante es diferente, debido a su background diferente. Lawrence Thomas ha esgrimido que la empatía tiene su límite; si uno no es miembro del mismo grupo constituido socialmente, y uno trata de imaginar la experiencia del otro, hay una gran posibilidad de que la persona proyecte sus propios sentimientos en el otro. Teniendo en cuenta esto, él continúa diciendo que lo más cerca que nosotros podemos acercarnos a otro es practicar la “defensa moral” – escucharlos con mente abierta, sin menospreciarlos o prejuzgarlos.16 Quiero decir que Weil, trabajando en la fábrica, se pone a sí misma en posición de escuchar relatos de primera mano de sus compañeros trabajadores, que tienen tanto la oportunidad, y a veces la confianza necesarias para confiar en otro en cuanto a cómo se sienten sobre su situación laboral.

Pero en segundo lugar, es importante notar que Weil tuvo dos motivaciones para trabajar en la fábrica. Además de conocer a los trabajadores donde ellos están (en lugar de presumir su conciencia como hacían los marxistas, o sin importarle, como hacían los capitalistas), también fue a tener una experiencia espiritual. Por lo tanto, el motivo por el que Weil u otros se adentraron lo más posible en la dolorosa situación de los trabajadores explotados, era cambiar ellos mismos.

¿Cómo sucede este doloroso cambio? Aquí hago referencia a los trabajos del antropólogo Michael Jackson. Jackson habla del shock de la persona que tiene el “primer contacto” con alguien de otro grupo. El trae a colación experiencias tan diversas como la primera visión de la gente de Nueva Guinea sobre los exploradores europeos, y su propia experiencia como australiano reubicado en América. Estos traumáticos primeros contactos, apunta, son “… experimentados más inmediatamente no como un conflicto de visiones del mundo sino como un quiebre traumático dentro del campo de la conciencia y la intersubjetividad que desafía casi todas las certezas ontológicas…”17 Yendo a donde nadie ha ido antes, conociendo gente a la que no se conocía, uno encuentra “un insoportable descubrimiento: el mundo es infinitamente más vasto y mucho más complejo de lo que uno pensaba.”18 Por lo tanto, el proyecto de Weil de trabajar en la fábrica, o el tiempo pasado en Indonesia por Keady y Kretzu, no pueden ser completamente juzgados a partir de su capacidad de representar correctamente el estado de pensamiento de los trabajadores; debe ser juzgado también por su productividad para Keady y Kretzu en relación a la expansión de su visión del mundo, su apertura mental, su crecimiento individual, y los nuevos trabajos que surgieron de su visión de primera mano.

Si observamos el caso de Keady y Kretzu, ellos han dedicado sus energías, ideas y vidas a mejorar las condiciones de los trabajadores en Indonesia. Ellos fundaron Educación Para La Justicia, quien trae el mensaje de los trabajadores de Nike a los estudiantes universitarios de USA, alentándolos a visitar su sitio web para involucrarse en el activismo. Ellos han creado una presentación multimedia, y pronto tendrán un documental independiente sobre su experiencia de inmersión. Están jugando un rol crucial en armar la experiencia por inmersión Jesuit´s Maryland Province International Ignatian Immersion Experience, donde los estudiantes universitarios pueden ser ubicados a través del mundo para vivir y lidiar con los pobres explotados.19

5.Conclusión

En mi experiencia como maestra, me he encontrado con varios estudiantes quienes, al confrontarse con los bajos salarios de los trabajadores de Nike, responden que esa gente es afortunada de tener un trabajo, por lo que no deberían quejarse acerca de sus salarios. Esas respuestas están escuchando la segunda cuestión y respondiendo a la defensiva. Quizás sea tiempo, con Weil, de focalizarse en la primera cuestión y responder con compasión y justicia. ¿Cómo se puede hacer esto? Quizás pueda por cierto convocarse a aprender por la experiencia. Goodwin Liu recomienda el aprendizaje por servicio para los estudiantes universitarios, sugiriendo que solamente sacando a los estudiantes de su contexto laboral y social habitual hacia una nueva experiencia de trabajar con aquellos con desventajas en nuestra sociedad, pueden empezar a repensar sus preconceptos acerca de esas personas.20 Las experiencias de “inmersión” de Keady y Kretzu tienen como objetivo los mismos efectos de cambio de perspectiva. Enrolándose en trabajos en solidaridad con los oprimidos, y luego discutiendo el significado que dichas labores tuvieron para Weil y otros, podrían mínimamente comenzar un proceso de aprendizaje que de otro modo sería intelectualmente rechazado. Mientras que el aprendizaje por servicio podría tener el aspecto de compulsión que según Weil podía fácilmente convertirse en resentimiento, podría, si se utilizara cuidadosamente, proveer a los estudiantes de una oportunidad tener un encuentro que Michael Jackson llamaría “primer contacto”. Si Weil tiene razón, estos acercamientos están destinados a tener un impacto más duradero en la manera en que vemos nuestro mundo y experimentamos nuestro trabajo.

1 Gabriella Fiori, Simone Weil: An Intellectual Biography, translated by Joseph R. Berrigan (Athens: Univ. of Ga. Pr. 1989), pp. 48-51, 71.

2 Dorothy Tuck McFarland and Wilhelmina van Ness, in Simone Weil: Formative Writings 1929-1941. Wilhelmina van Ness and Dorothy Tuck McFarland, editors and translators. (Amherst: University of Massachusetts Press, 1987), p.152, quotes Weil’s Seventy Letters (London: Oxford University Press, 1965), p.20.

3 Weil, “Factory Journal,” esp. p. 211; Miklos Veto, The Religious Metaphysics of Simone Weil, translated by Joan Durgan. (Albany: SUNY Press, 1994), p. 26.

4 Simone Weil, Oppression and Liberty, translated by Arthur Wills and John Petrie, introduction by F.C. Ellert (Amherst: Univ. Mass. Pr., 1973), p. 101.

5 Sylvie Courtine-Denamy, Three Women in Dark Times: Edith Stein, Hannah Arendt, Simone Weil. Traslated by G.M. Goshgarian. Ithaca and London: Cornell University Press, 2000, p. 73.

6 Courtine-Denamy, Three Women in Dark Times, p. 72.

7 Samir Amin, “Africa: Living on the Fringe,” Monthly Review March 2002, pp. 41-50, reference pp. 48-50.

8 Amy Waldman, “Low-Tech or High, Jobs are Scarce in India’s Boom,” New York Times, May 6, 2004.

9 Wayne Arnold, “In Indonesia, Unions Hit a Roadblock: Contract Labor.” New York Times May 21, 2004, p. W1,7.

10 See David Korten, When Corporations Rule the World (West Hartford, CT: Kumarian Press, 1995). Also see Jeremy Brecher and Tim Costello, Global Village or Global Pillage: Economic Reconstruction from the Bottom Up. Boston: South End Press, 1998

11 “What is a sweatshop?” www.geocities.com/GlobalAmen/Issues/sweatshops/index.html

12 Mary J. Bellman, “Rationality and Identity in the Participatory Choices of Female Maquila Workers,” Comparative Political Studies 37/5 (June 2004) pp. 563-589. Reference pp. 577-79.

13 See for example, Mirian Ching Yoon Louie, Sweatshop Warriors: Immigrant Women Workers TakeOn the Global Factory. South End Press, 2001.

14 Charles Kernaghan, “Something to Hide,” video produced by National Labor Committee and United States Students Against Sweatshops, 1999.

15 Charles Bowden, “Keeper of the Fire,” Mother Jones July/August 2003, http://www.motherjones.com/news/feature/2003/07/ma_447_01.html

16 Laurence Thomas, “Moral Deference,” Philosophical Forum 24 (Fall-Spring 1992-93), pp. 233-250.

17 Michael Jackson, Minima Ethnographica: Intersubjectivity and the Anthropological Project (Chicago: University of Chicago Press, 1998), p. 108.

18 Ibid., p. 118.

19 Jim Spillane and James Keady, “Neoliberalism and the Footloose Global Athletic Footwear Industry: the Case of Nike in Indonesia – A Call for Justice,” paper read at the 2002 International Association of Jesuit Business Schools’ Conference, Fu Jen University – Taipei, Taiwan.

20 Goodwin Liu, “Knowledge, Foundations, and Discourse: Philosophical Support for Service-Learning.” In Philosophical Approaches to Service Learning (Washington, D.C.: American Association for Higher Education, 1999).