Universidad de La Habana, Cuba
Junio 2007
Resumen
La universidad, como toda institución, surge en respuesta a un reclamo social en un contexto político determinado. Como institución dedicada a la búsqueda, la transmisión y el avance del conocimiento, la misión social de la universidad ha ido variando a lo largo de la historia, en la medida en que han ido cambiando las necesidades de la sociedad concreta en que está enclavada y de la que forma parte.
En el caso de Cuba, la Universidad de La Habana, que nació como una institución de carácter religioso hace 278 años, y que durante casi dos siglos y medio fue la única universidad del país, surgió para dar respuesta a los requerimientos de un sector social, el de las clases adineradas, cuyos hijos –varones, por supuesto- tenían que viajar a Europa, generalmente a España, la metrópolis, a fin de satisfacer sus necesidades educacionales. El contexto político cubano de la tercera década del siglo XVIII era el de una colonia de una metrópolis atrasada, aferrada a instituciones y modos feudales, y para nada interesada en el desarrollo de la educación y la cultura.
Correspondería, entonces, a los sectores sociales más interesados en el desarrollo económico del país impulsar las reformas educacionales que consideraban indispensables para el avance de aquella sociedad que se debatía, en el tránsito del siglo XVIII al XIX, entre las luces de la Ilustración y las sombras del establecimiento de una economía y una sociedad de plantación en Cuba, sobre la base del trabajo esclavo.
Una vez logrado el triunfo del proyecto nacional cubano en 1959, las universidades cubanas, que ya eran tres en aquel momento, tuvieron que vencer una serie de obstáculos internos, que como la concentración en las llamadas ‘profesiones liberales’, su desconexión de los problemas de la producción y las necesidades sociales, la pedagogía reproductiva y la indiferencia ante la investigación científica, impedían la dinámica universidad-sociedad que el proyecto social emergente exigía.
En el siglo XXI la universidad cubana enfrenta un desafío mucho más difícil, que ha tensado al máximo las capacidades de su personal docente y administrativo y sus recursos materiales. El cumplimiento del objetivo político de que el pueblo de Cuba adquiera una cultura general integral exige de la universidad la inmensa tarea social de la universalización de la educación superior. Este reclamo social surge de los imperativos de la supervivencia del proyecto nacional cubano en las condiciones objetivas de la globalización y en un sistema internacional que atraviesa un momento unipolar, pero representa, a su vez, la posibilidad de hacer realidad una de las mayores aspiraciones de justicia social, con enormes implicaciones democratizadoras, tanto teóricas como prácticas, en el campo de los conocimientos humanísticos y científicos: Hacer coincidir el universo social y el universo universitario.