A nivel global vivimos una época de crisis generalizada, patente en todas las áreas de la vida: ambiental, económica, social, política, educativa, alimentaria, de salud, demográfica, epistémica y existencial. Es la crisis civilizatoria que atravesamos como humanidad y que pone en riesgo el equilibrio ecosistémico planetario y el mundo tal como lo conocemos>
Muchas personas nos sentimos inmersas en un sistema económico globalizado--capitalista y patriarcal--sin salida; parecería que cualquier intento por frenar la gran locomotora del capital resulta en recesión, desempleo y crisis social, por lo que resulta mejor mantener el rumbo y la velocidad, aunque el precipicio esté cada vez más cerca.
Esto genera desesperanza y frustración ya que pareciera que no hay nada que se pueda hacer. Al contrario, no sólo hay mucho posible por hacer, sino también hay muchísimo que ya se está haciendo. Las alternativas que buscamos no están en ese otro mundo posible abstracto y futuro, sino en este otro mundo que ya existe; no como alternativas últimas ni finales, sino como procesos en construcción. Pero para poder observar ese otro mundo existente, debemos ajustar nuestra propia mirada. Y es por eso que nuestra forma de conocer la realidad juega un papel trascendental.